sábado, 27 de septiembre de 2008

POR TI, DOY TODO DE MI.

Querido diario,

ya hace tiempo que no escribo en tus páginas y la verdad es que casi nunca me hace falta. Sabes que solo me inspiran el silencio y la soledad impuesta. La angustia de no poder contar lo que me pasa, de ni siquiera ser capaz de expresarlo hablando, me lleva a escribirlo.

Después de varios meses de ajetreo y nerviosismo, gozo de calma una vez más. Una calma que solo me apacigua a mi, a pesar de que todo alrededor sigue en marcha. ¡No paren el mundo, yo no me quiero bajar! ¡Quiero seguir adelante, viviendo! Dando un paso hacia el futuro es cómo únicamente puede verse la desembocadura de lo que en un pasado bastante cercano me inquietaba. Por eso, no desespero. Todo tiene un comienzo, todo tiene un final, aunque a veces solo valga el transcurso para aprender, para descubrir la verdad.

Algunas de esas inquietudes ya se han solucionado. He vuelto a visitar a mi familia y el simple hecho de haber aprobado un par de asignaturas en las que he empleado tanto esfuerzo y dedicación (porque no sé hacerlo de otra manera), me ha devuelto parte de paz. Significa una menor presión, superar las expectativas que tengo de mí misma y es señal de que estoy haciendo lo correcto, aunque me lo cuestione constantemente.

Sin embargo, lo que ha causado mi insomnio hasta altas horas de la noche, con el alma desgarrada, es un sentimiento. Un sentimiento que desboca todos los demás y me trae por la calle de la amargura y la locura.

Mi corazón hecho pedazos hace ya casi un año por culpa de una falsa ilusión, volvió a latir. Dio leves pálpitos. Aún no tenía fuerzas para más. Durante un tiempo, no saber de dónde provenían me tuvo confusa. Pronto encontré el motivo: alguien lo había liberado de su largo recogimiento. ¿Cómo habías sido capaz de traspasar mi valla y acariciarme el alma? En seguida, la pena me atravesó hasta el fondo. Me sentía culpable porque si luchaba por mi posible felicidad haría daño a quienes más quería. Así que no encontré más remedio que combatir contra mí. ¡Qué inocente al no darme cuenta de que no servía para nada! Mientras tanto, madrugadas llenas de desconcierto intentando encontrar respuestas.

Hundida durante meses en lo más profundo, ahora emerjo consciente de que no puedo quedarme atrás. Debo seguir mi camino, avanzando. Y Dios, la vida, el destino o quien fuere, pondrá las cosas en su sitio. Quizás seas para mí, quizás no, quizás no es el momento. Llevo conmigo lo que siento, a expensas de ser extinguido o reavivado en el camino.

Estos días las primeras lluvias de otoño me han hecho renacer para sobrevivir a otro oscuro invierno que, espero, no pasaré sin compañía mucho más. Aunque solo sea pensando en ti. Solo saber que eres feliz me da fuerzas para seguir. Gracias por despertarme.

Silvia.

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