viernes, 5 de marzo de 2010


Una mente enmarañada, llena de frustraciones,
es imposible transitarla;
es un bosque de manglares tan oscuro
que no reluce el sol por el exceso ramaje;
oculta un espeso lago pantanoso,
lleno de cieno, limo, fango y lodo,
escoria putrefacta y maloliente,
sembrada por el ser que creó esta tierra
y la dejó abandonada.
Ahora fermentada.

Quien revosa sus aguas, se pringa, se mancha,
como arenas movedizas lo entierra, lo atrapa,
lo descompone, lo olvida y lo retroalimenta.
Ya no queda fértil que reverdece,
solo inmundicia pestilente.
Un cartel avisa: ¡No te acerques!

No vislumbrará luz aunque en el exterior ardan llamas.
No te atrevas a podar sus ramas, pues te extrangularán sus lianas.
No se extremecerán sus raíces porque a ningún hombre ama.
Nada retirará la aferrada capa de rabia que atrapa su atormentada alma.


Esta será la herencia de una hija nunca amada.

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