Tus palabras, tus frases, tus hechos,
caen aún sobre mí como la lluvia ácida,
marchitándome en un momento.
Ayer tenía grande el corazón, hoy se me encoge a golpetazos.
Me duele que siga latiendo, ahora roto en pedazos.
No sé cómo he podido seguir esperando.
Ya solo me quedan unos meses para salir volando.
Por fin no tengo nada a lo que aferrarme.
Vaya donde vaya, no tendré nada que perder,
pero tampoco nada que ofrecer.
domingo, 25 de abril de 2010
Última decepción permitida.
Publicado por Silvia en 16:31
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