¿O quizás sí? A veces, es necesario dejar marchar a la persona que se quiere si en nuestra mano no está poder regalarle la felicidad, pero estos casos suelen formar parte de la excepción. Sucede por no ser compatibles o por falta de experiencia ante la vida. A veces el tren te llega, pero ocurre que no ha transcurrido el suficiente camino como para hacer una larga parada o dar por terminada la jornada. Sin embargo, retornará.
La estación no sabe cuánto debe esperar ni cuándo será el momento de abordar ese tren, ella también tiene su propio destino y con su vida debe continuar. La estación no sabe cuán largo es el trayecto que su tren deberá recorrer (cada tren tiene el suyo particular, puede ser largo o corto en distancia o tiempo), solo admira el paisaje que hasta el horizonte alcanza. La estación no quiere moverse de su lugar por si su tren regresa y no está allí para pararlo y subirse a él . Aún así, la pregunta que debería hacerse la estación es:
¿soy yo la última parada o solo una más de las muchas que habrá en su largo camino?
P.D.: Mi estación no quiso aceptar ser otra parada más. Se convirtió en tren. Y ahora se desliza por las vías en busca de su parada final. Se arriesga a cruzarse con el tren que debió esperar, pero no está dispuesta a quedarse quieta. Su curiosidad la llevará tan lejos como sus vías la dejen explorar, porque ella misma se las construye con cada vuelta de rueda que da.