Y por fin nuestras miradas se cruzan.
No hay miedos, pero sí esperanza.
Tus ojos inquietos me escudriñan,
buscando una señal de falsedad,
pero no existe en mí tal desventura.
Ahora mis pupilas te contemplan
con la calma de un cielo despejado,
con la belleza de un atardecer sonrosado,
con la ilusión de ver un sueño cumplido,
por tener un amor correspondido.
Sin desdicha que maltrate mi vida,
sigues inspirando estas líneas.
He creado tantos versos para tí
que estoy segura de que eres para mí.